Desde el inicio de la gestación se establece una conexión entre madre e hijo y los miembros que conforman el hogar, pues la atención de todos se concentra en ese nuevo integrante de la familia. No hay duda de que el vínculo empieza a fortalecerse con las conversaciones que tenemos con nuestro bebé, él estando en la barriga de la mamá, lo comenzamos a llamar por su nombre, le leemos cuentos, le contamos sueños, y empezamos a notar y a sentir que él nos escucha y nos responde, algunas veces, con pataditas. Y es ahí cuando debemos empezar a comprender la relevancia del proceso comunicativo, que no se refiere sólo a cuando el niño comienza a hablar.
La comunicación y los procesos del lenguaje inician con los diálogos que tenemos con ellos desde la edad gestacional, desde el contacto físico cuando nacen, el encuentro de miradas, el roce y atención en momentos claves como el amamantamiento, la hora del baño, la hora del sueño, entre otros. Así, se le brindan estímulos al bebé, a los que logra darles respuesta, dependiendo del proceso evolutivo que presenta.
También expresarle nuestros sentimientos, arrullarle, cantarle, masajearle, son elementos importantes que nos permiten estimularlo de forma adecuada, desarrollando su capacidad auditiva, reconocimiento de palabras y emociones, capacidad de escucha e imitación.
Como papás, mamás y cuidadores debemos empezar a leer lo que ellos nos quieren comunicar, durante los primeros meses, ellos lo hacen a través del llanto, que se manifiesta ante situaciones que le generan miedo, ansiedad o repuesta a un estímulo desagradable para él mismo. Y es ahí cuando debemos darles respuestas adecuadas; por medio de una voz tranquilizadora, suave y pausada, lograremos generarle confianza y seguridad. De esta manera, nuestros bebés responderán al sonido de nuestra voz, tranquilizándose, sonriendo o activándose emocionado mientras mueve brazos y piernas.
Dichos momentos de comunicación, de intercambio de palabras y gestos, son relevantes para desarrollar actividad cerebral en nuestros hijos, que les permitan estimularse, en la medida en que se propicien estos espacios de interacción, donde el amor, la conexión y el contacto, se conviertan en elementos recurrentes y fundamentales.
Recuerda, tu voz tiene un efecto “mágico” sobre tu hijo, ya que le permite crear confianza y seguridad, reconocimiento de emociones que activan su capacidad cerebral, desarrollo del lenguaje a través de la repetición y reconocimiento de palabras, capacidad auditiva de escucha, entre muchos otros beneficios.
Te invitamos a desarrollar actividades que te conecten con tu bebé, en las que el canto, la música, el contacto físico, la lectura de cuentos y expresión de sentimientos sean los protagonistas.
Colaboración: Viviana Bayuelo Molina, Psicóloga.