AUTOR: JUAN MESA
Con frecuencia nos encontramos con padres hablando de las barreras con la que se enfrentan al intentar entablar conversaciones con sus hijos adolescentes y el reto de guiarlos.
En la medida que nuestros hijos van llegando a la adolescencia, podemos notar con un poco de frustración cómo van perdiendo el interés por los juegos que antes les llamaban la atención y pasan de vivir espacios en los que predominaba la imaginación, a interactuar con modos más complejos de relacionarse con sus pares, sea que se trate de amigos o de otros chicos que hacen parte de su círculo social.
Ahora que las redes sociales, los medios de comunicación y los amigos, los hacen creer temporalmente en una falsa sensación de autoafirmación, para después llenarlos de información que no necesitan y que muchas veces ataca la autoestima sin piedad, porque les exige cumplir ideales inalcanzables.
Tantas respuestas “correctas” que reciben nuestros hijos de la red y que nosotros mismos los motivamos a creer, cuando los mandamos a buscar en sus computadoras las tareas, hacen que muchas veces hagamos que den por hecho que los medios son infalibles, con el agravante de que últimamente la relación que tienen con su dispositivos móviles, termina compensando nuestras ausencias.
Esto solo se puede lograr generando espacios de conversación en la familia, en los que se pueda hablar con libertad de cualquier tema, sin prejuicios. No podemos formar un pensamiento crítico desde la imposición, ni mucho menos bajo argumentos autoritarios, sino desde un descubrimiento conjunto en el que seamos capaces de construir como familia e incluso aceptando que como padres no siempre tenemos la razón.
Hagamos de la familia un lugar protector, donde nuestros hijos se expresen con seguridad y que vean en nosotros la suficiente apertura para escuchar y el criterio para argumentar. No olvidemos que aunque la palabra convence, el ejemplo arrastra.