AUTOR: JUAN MESA
Intentar razonar con nuestros hijos adolescentes cuando tenemos posturas opuestas, es un caballo de batalla con el que frecuentemente debemos enfrentarnos, tanto cuando se trata de temas familiares, como cuando tiene que ver con lo que pasa a nuestro alrededor.
Es obvio que muchas veces como padres no podemos dar el brazo a torcer cuando se trata de temas en los que nos plantamos con la intención de protegerlos, pero el hecho de que lo hagamos a través de la imposición con frases como “esta casa es mía” o “porque yo soy su papá” como argumentos finales de nuestras discusiones, hacen que en el otro se perciba un acto de traición a la conversación y hasta a la confianza, que no deja lugar a un verdadero razonamiento.
Muchas veces he resaltado en estos espacios la importancia de la escucha a los jóvenes y cuando hablamos de estas discusiones un poco tensas, este ejercicio es determinante. En Scholas hemos podido hablar con jóvenes que al estar en el ambiente de confianza que generamos, nos cuentan que una de las cosas que les cuesta más en casa es expresar sus opiniones respecto a ciertos temas, porque sus padres son inflexibles con ellos y por eso prefieren guardar silencio. Han llegado incluso a manifestar que se sienten los “bichos raros” de sus casas por pensar distinto.
Pero eso solo lo logramos mediante el ejemplo, ofreciendo en nuestra familia temas de discusión que aunque puedan parecer “espinosos”, nos ayuden a entender un poco más al otro y a entendernos nosotros mismos.
Dar razón de nuestros puntos de vista y escuchar los de nuestros hijos, más allá de un “no” o un “sí” ante una situación puntual, se puede convertir en una oportunidad valiosa para cultivar la confianza en nuestras familias, aunque se trata de un camino de muchos retos y hasta frustraciones por nuestra tendencia como seres humanos a la competencia y a tener la razón.
La invitación es a tener presente el valor de pensar distinto, pero sobre todo a reforzar en nuestros hijos que las posturas que vamos asumiendo en nuestras vidas, deben partir de ser críticos y de escuchar al otro desde el respeto y la apertura. Pero especialmente se trata de que ellos sean conscientes de que la familia es un espacio en el que siempre serán escuchados y donde sus posturas y opiniones cuentan.