Sabemos que los niños viven las circunstancias actuales de una manera distinta que el adulto. Ellos viven el aquí y el ahora, sienten ansiedad y estrés, aunque no lo puedan verbalizar. Su forma de manifestarlo es estando más sensibles, se presenta tristeza, llanto excesivo y en algunos casos somatizan con dolor de barriga, dolor de cabeza, entre otros. Esto es normal que suceda ya que extrañan la rutina habitual y es importante tener paciencia y darles tiempo para que comprendan el nuevo momento y reorganicen cognitiva y emocionalmente la rutina actual. Es importante darles el espacio para que hablen acerca de lo que están sintiendo, preguntarles si extrañan el colegio o si tienen miedo del virus, eso ayuda a que puedan decir o comunicar lo que están viviendo.
Probablemente tu hijo esté triste, no deprimido y es completamente normal en esta situación a la que nos estamos enfrentando. Nadie estaba preparado para esto y podemos vivir día a día una montaña rusa de emociones. Las emociones son parte de nuestra vida, están ahí, debemos sentirlas y vivirlas. Estar tristes nos ayuda a recargarnos de energía y a descansar, nos cura emocionalmente. La tristeza y la apatía son tan necesarias como reír a carcajadas o gritar de la emoción.
Los seres humanos tenemos unas células que se encuentran en el cerebro y en todo el sistema nervioso llamadas neuronas. Estas células funcionan con impulsos eléctricos y hacen que podamos sentir, pensar, movernos. Hay un tipo de neuronas denominadas neuronas espejo, estas se activan al ver el movimiento que hacen otros, como si estuvieran preparándose para hacer lo mismo y son la base de la empatía. Las neuronas espejo son las que nos permiten copiar los movimientos y gestos de los otros, de una manera instintiva. Es por esta razón que estas neuronas juegan un papel fundamental en las emociones y cómo nosotros los adultos las gestionamos con los niños.
Sabemos que nada da más miedo que pensar que nuestros hijos están en riesgo. Afortunadamente este confinamiento no representa riesgos para su salud mental o emocional en sí misma. Nuestros hijos estarán bien en la medida en que nosotros estemos bien. Si los gritos, los castigos, las amenazas y en general los malos tratos son los protagonistas del día a día ellos estarán mal, pero si el día a día transcurre en calma y es emocionalmente seguro, ellos estarán muy bien.
Nosotros los adultos somos la mayor fuente de seguridad y bienestar de nuestro hijo y nuestra calma incide directamente en su tranquilidad. En este momento todos tenemos miedos e incertidumbres. Ellos también sienten miedo, tienen preguntas y no siempre hablan acerca de lo que están sintiendo o pensado.
Nuestro estado emocional será el estado emocional de nuestro hijo. Seamos empáticos, solidarios, y amorosos cuando pierdan la calma, es ahí cuando más nos necesita. Hagámosle saber que estamos ahí para él, que lo que está sintiendo es normal y que se le va a pasar.
DIANA PELÁEZ PIÑEROS
Educadora y fundadora de www.tiempodecrecer.co