Papás, mamás, cuidadores, todos fuimos adolescentes y sabemos, desde nuestras propias experiencias, que es una etapa complicada, pues pasamos por muchos cambios físicos y emocionales. Y es ahora, cuando ya hemos crecido y somos responsables del cuidado de un adolescente, que debemos ser más empáticos y recordar aquello que nosotros sentimos cuando teníamos su edad. Recordemos que es, en este período, cuando el concepto que tenemos sobre nosotros mismos, influye en lo que los círculos sociales que nos rodean piensan sobre nosotros; nos juzgamos y nos preguntamos todo el tiempo sobre la mejor manera de encajar.
Como padres, nos convertimos en sus redes principales de apoyo, jugando un papel muy importante en el autoconcepto que el adolescente construya. Sin embargo, en ocasiones nos dejamos llevar por nuestras emociones juzgándolos y etiquetándolos, sin ser conscientes de las influencias negativas que estas palabras ejercen sobre ellos. Les hacemos comentarios como, “solo sirves para estar jugando”, “no haces nada bien”, “lloras por todo”, “eres tan torpe”, “solo te importan tus amigos” o los comparamos con sus hermanos, usando calificativos que muchas veces terminan siendo sus apodos (el/la gordo(a), la/el lista(o), el/la cabezón(a), el/la intelectual, pitufo, el/la perezoso(a), entre otros). Esto, a pesar que puede realizarse sin mala intención, puede convertirse en algo muy nocivo para el bienestar de los adolescentes, pues a esa edad, los jóvenes asumen que es así y es difícil lograr cambiar esa percepción que se va creando, lo que les hace sentirse limitados por sus defectos o habilidades y que, sin lugar a dudas, afecte sus relaciones con los pares.
Los juicios de valor que lancemos hacia ellos, en la mayoría de los casos, los tomarán como verdaderos, sin pedir que se les respete o retracten porque están acostumbrados a comentarios similares de parte de sus padres creando así complejos y temores. De igual forma, las etiquetas fortalecen la baja autoestima, haciendo que se convirtieran en personas fáciles de manipular, aguantando insultos, bromas pesadas, con tal de sentirse aceptados.
Lo favorable como padres es resaltar sus habilidades y capacidades positivas, hacerlos sentir queridos, pero sobre todo, ser cuidadosos con los comentarios a la hora de juzgar. Debemos tomar conciencia que somos quienes los impulsan a crear su vida sobre sus fortalezas y valores. ¡Seamos asertivos a la hora de comunicarnos!
Colaboración: Karen Johanna Villa Velásquez. Licenciada en Educación, especialista en Neuropsicopedagogía. Fundación Tiempo Feliz