“Los niños están más dispuestos a escuchar después de haber sido escuchados”.
La mayoría de adultos consideran se comunican adecuadamente con los niños, imponiendo normas, reglas, palabras y quehaceres, pero realmente: ¿cuál es la manera adecuada de dirigirnos a nuestros hijos?
Los niños se sienten motivados cuando se les dirige con amor, amabilidad, respeto, pero sobre todo cuando existe una comprensión de sus emociones y de su perspectiva. Es de vital importancia tener en cuenta las opiniones e intereses de nuestros hijos, ya que esto nos permite construir un sano vínculo con ellos y se crea una atmósfera en la que los niños se sienten preparados para cooperar y escuchar al adulto. Este proceso, a su vez, nos permite acercarnos a los hijos y forjar en ellos herramientas que les permitan reconocer sus propias emociones y trabajar sobre ellas, mediante el autocontrol y el buen comportamiento.
Para los adultos, en ocasiones, no es importante un momento de rabia, enfado o tristeza de un niño; pero aquí, en este punto de la relación, la empatía juega un rol primordial para colocarnos en el lugar de los niños y validar sus emociones escuchándolos, comprendiéndolos y demostrando nuestro punto de vista, a través del amor y el respeto.
Al omitir este proceso de comprender y colocarnos en los zapatos de ellos, se crea en ellos sentimientos de inseguridad, baja autoestima, resentimientos y lo más probable es que se les dificulte encontrar la manera de reconocer y autorregularse sobre sus propias emociones.
Por lo tanto, como padres y adultos responsables debemos aprender que: a través del amor, los gestos y la empatía podemos enseñarle a los niños a autoevaluarse y reflexionar sobre sus pensamientos, sentimientos y emociones.
Podemos enseñarles a nuestros hijos y podemos aprender como adultos que los errores son maravillosas oportunidades para crecer y aprender.
Colaboración: DIANA CAROLINA QUINTERIO CAMARGO. Psicóloga.