El confinamiento ha retado a maestros, a estudiantes y a padres de familia, y todos, desde cada uno de nuestros roles, hemos tenido que reinventarnos, haciendo que sea necesaria una aproximación distinta a la educación: a la forma de evaluar, de enseñar y de aprender.
Como docentes debemos cambiar nuestro chip y no esperar que nuestros estudiantes aprendan matemáticas, humanidades, sociales o inglés, de igual forma como se hacía presencialmente; con que aprendan a salir adelante juntos, estaríamos ganando todos.
Sin lugar a dudas, es posible aprovechar la situación actual para que, desde casa, se propicie todo tipo de conocimiento. Por ejemplo, los estudiantes podrían aprender matemáticas entendiendo las gráficas estadísticas de la pandemia (pensamiento aleatorio) y las curvas de contagio (pensamiento variacional, función exponencial); geografía, visualizando los sitios donde hay contagio a nivel mundial, regional y local; biología, conociendo de la estructura del virus y política, comparando las medidas que han tomado los gobiernos. Esto solo como unos pocos ejemplos porque la cantidad de recursos es inmensa.
No obstante, a la par del aprendizaje de los mínimos básicos de la educación convencional, es tiempo de aprender en otros contextos y situaciones; se puede aprender a cocinar, a realizar tareas domésticas, a controlar emociones, a convivir con las familias, ¡se puede aprender en lo cotidiano! que es realmente importante y deja de lado, la teoría de que, entre más tareas de ciencias naturales o sociales pongamos, los niños aprenderán más, esto como muchos padres lo sugieren y muchos docentes hacen, con el objetivo que los niños y adolescentes se mantengan ocupados en casa.
Por otro lado, el virus, además, ha dejado ver con claridad las desigualdades que existen en nuestras sociedades y que afectan, en gran medida, la educación pública como en Colombia, donde se ha visto que el acceso a Internet y a las medidas de prevención y cuidado es para unos pocos, a la vez que ha mostrado la dificultad de hacer un mundo mejor: más cálido, considerado y respetado.
En esa medida, desde nuestro rol como maestros, debemos preocuparnos porque los estudiantes continúen aprendiendo, teniendo muy presentes y ayudando a los que no han podido acceder a la conectividad, sin importar las razones, lo que propicie un ambiente de cooperación; donde todos puedan aprender sin la necesidad de estar pegados a las pantallas.
De esta forma, es inevitable que la manera de evaluar también cambie y se adapte a la situación de cada estudiante, pues en tiempos de pandemia influyen, indiscutiblemente, variables de tipo emocional, social, económicas y culturales. Es decir, se debe identificar el aprendizaje logrado por los estudiantes en este tiempo, sin dejar atrás las dificultades más relevantes que afrontan, lo que no solo tiene que ver con los temas propuestos sino con las condiciones en que los niños y adolescentes se encuentran.
Por otro lado, también es importante tener en cuenta en la evaluación factores como que:
Bien, llegó la hora de poner en práctica todos los discursos que han llenado los planes de desarrollo, las cátedras de pedagogía y didáctica con que se nutren los programas de formación de docentes. Con la pandemia, hemos podido comprender que no podemos manejar criterios de evaluación iguales para todos los estudiantes, puesto que han estado confinados en condiciones totalmente diversas. Injustamente, las consecuencias de la desigualdad social, económica y familiar influyen en la falta de acceso a la conectividad y equipos; entonces ¿cómo recibirían estos estudiantes y sus padres la noticia de que perdieron el año escolar? Y del otro lado, ¿aceptaríamos nosotros como docentes que se nos evalúe dependiendo de la forma, la calidad y la cobertura con que hemos realizado nuestro trabajo, conociendo las dificultades para realizarlo en estas condiciones inesperadas?
Lo mejor sería que los estudiantes aprendan tanto como sea posible, que el valor de las notas no sea lo más importante y que toda esa fuerza la concentremos en el aseguramiento del regreso a las aulas, despertando en los estudiantes el sentimiento de que trabajar en equipo lleva a lograr grandes objetivos, que benefician a las comunidades. Asimismo, que comprendan que quienes deben garantizar las condiciones de bioseguridad de los estudiantes y docentes, aún no han logrado, ni siquiera, garantizar estas condiciones en los equipos de profesionales de la salud pública.
HELMER DOMÍNGUEZ RIVERA Licenciado en Matemáticas y Física, especialista en Pedagogía y Docencia y Master en Didáctica de las Ciencias, con más de 25 años de experiencia como Maestro.
REFERENCIAS:
1 Comment
Muy buenos métodos para estos tiempos de cuarentena,no preocuparse mucho por el virus y mirarle el lado al presente