No puede existir una paternidad efectiva y exitosa sin una fuerte relación padre- hijo. La relación parte de una conexión que se establece desde el mismo momento en que nos dicen que vamos a tener un hijo. Desde ese momento ese niño o niña empieza a existir también en nuestra mente y en nuestros corazones, le damos un nombre, tenemos experiencias compartidas incluso antes de nacer, le compramos cosas, hablamos de él o ella. Poco a poco la conexión se hace cada vez más fuerte. Luego nace, y aunque nos quita muchas horas de sueño y de bienestar, todo sacrificio se vuelve mínimo porque hay un amor infinito, un gran sentido de vida y una conexión inquebrantable; le entendemos cada llanto, cada mirada y cada gesto.
Luego ese bebé empieza a mostrar su genética y comienza una interacción entre la personalidad de los padres y la del hijo, comienzan muchas experiencias gratificantes, y frustrantes también. Muchas veces los padres no saben qué hacer con las demandas de sus hijos, especialmente cuando aparece una pataleta en la mitad del mercado, un llanto inconsolable a las 3 am, cuando no quiere comer, cuando el niño no se queda quieto en las clases y el padre recibe muchas quejas, etc.
Todas estas situaciones hacen que los padres comiencen a relacionarse diferente con sus amados hijos, comparado con la forma como lo hacían cuando eran bebés. Estas situaciones NORMALES del desarrollo se vuelven retos para los educadores (padres, cuidadores y docentes) y algunos pueden resolverlos de manera adecuada, controlada y con herramientas eficaces; mientras otros educadores terminan encontrándose en una confusión de acciones y creencias que crean círculos viciosos de conductas inadecuadas de padres e hijos, luchas de poder y consecuencias contrarias a sus objetivos educativos iniciales.
Y así varias prácticas y creencias paternas que hacen que los ambientes de aprendizaje de los niños se vuelvan más inefectivos, y la relación entre los padres y los hijos se vaya deteriorando hasta un punto de quiebre máximo en la adolescencia.
El mayor problema de estas prácticas educativas inadecuadas es que van creando una gran desconexión entre padres e hijos; los padres pierden poder y liderazgo para educar, y los hijos pierden un modelo positivo y quedan a la deriva de muchas fuerzas externas que pueden ser dañinas para su desarrollo. En la base de la educación está la conexión y hay que volver a ella cada vez. Como educadores tenemos que trabajar para mantener nuestro liderazgo e influencia, y desde ahí podemos aumentar las competencias, la motivación y la cooperación de nuestros hijos en casa, y de paso disminuir los problemas de comportamiento.
Las relaciones fuertes entre padres e hijos son fundamentales para que los niños y niñas puedan aumentar la autoestima, la autorregulación, el optimismo, la socialización, el éxito académico, entre muchas otras habilidades necesarias para tener éxito y bienestar en la vida.
La paternidad efectiva es un largo camino que debemos recorrer los padres y para el cual debemos estudiar y capacitarnos (puesto que muchos no tuvimos este ejemplo en nuestros propios padres), pero por ahora los invito a mirar el video adjunto para encontrar algunos puntos importantes que van alejando a los padres de los hijos, y sugerencias iniciales para superar estos obstáculos.
CATALINA SUÁREZ PÉREZ
Directora General Proyecto Maiasaura. Psicóloga, Magister en Desarrollo. Certificada en Disciplina Positiva por la Asociación Americana de Disciplina Positiva y en el Programa de Parentalidad Positiva de la Universidad de Queensland, Australia.