Existe un consenso general acerca de la necesidad de tener en el ámbito educativo la inclusión, hacerla real y efectiva en la práctica diaria al interior de las aulas.
No son los sistemas educativos los que tienen derecho a cierto tipo de niños. Es por ello que el sistema educativo de un país el que debe ajustarse para satisfacer las necesidades de todos los niños y jóvenes.
La UNESCO, además expone que la inclusión consiste en el proceso de identificar y responder la diversidad de las necesidades de todos los estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y reduciendo la exclusión educativa, involucra la convicción de que es la responsabilidad del sistema regular, educar a todos los niños y niñas.
Quienes nos encontramos implicados en el proceso sabemos las necesidades reales en educación, desde los lineamientos políticos, la cultura y la formación docente.
Queda muchísimo trabajo por hacer, pero personalmente considero que el cambio positivo será cuando logremos dar el primer paso… uno a uno, persona a persona, ese cambio personal de un padre o una madre, de un niño, de un docente, ese es el que marca la real diferencia.
Mi invitación es a normalizar la diversidad, si en casa generamos espacios de reflexión donde mostramos a nuestros hijos desde la primera infancia los valores del respeto por las diferencias, les permitimos conocerse y reconocer sus propias diferencias, tendremos niños más sensibles frente a las necesidades de quienes le rodean.
Que la palabra inclusión no sea una moda, no es solo para conmemorar una fecha en el calendario, es un trabajo de todos los días en casa, en colegio, en nuestra sociedad.