Existen tantos métodos que nos prometen enseñarnos a ser buenos padres y tantas teorías de cómo educar a nuestros hijos, que si pudiéramos apilarlos uno encima de otro, su altura podría superar el tamaño de un rascacielos, pero ninguno de ellos es suficiente para responder a las necesidades de esos mundos contenidos dentro de nuestros hijos. Y si hablamos de nuestros adolescentes con mayor razón, porque en la medida que van adquiriendo independencia de criterio y decisión, empiezan a cuestionarse frente a nuestra labor como padres y en algunos casos se les va haciendo más difícil creer en nuestra palabra.
Seguramente te has hecho preguntas sobre cuál será la técnica adecuada para acompañarlos en su proceso. Muchos dirán que sus hijos son muy responsables y respetuosos, otros que son tímidos y retraídos, y unos más, que quizá se han vuelto desafiantes o rebeldes, pero muy a la manera del científico, que está sometiendo todo a prueba, nuestros hijos adolescentes viven con la lógica del ensayo error y constantemente están explorando técnicas y comportamientos, con los que buscan construir su identidad.
Nuestro acompañamiento en este proceso es vital, especialmente en lo que se refiere a marcar límites frente a lo que se puede y no se puede hacer. Tal y como sucede con los científicos, la única manera en que nuestros hijos incorporan o desechan un comportamiento, es cuando se dan cuenta de lo efectivo que es, por eso muchas veces el tomar posturas que generen tensión en nuestras relaciones, será la mejor forma de ayudarlos a crecer como personas.
Recordemos que aunque lo que pasa fuera de la familia no está en nuestro control, dentro de ella se preparan en un entorno protector para los retos con los que se van a encontrar. Que nuestro hogar sea un lugar donde se tomen el trabajo de defender sus ideas, donde puedan estar en desacuerdo, donde puedan alzar la voz ante la injusticia, donde se encuentren con un ‘no’, donde puedan experimentar la frustración y al mismo tiempo podamos estar cerca para ayudarlos a gestionar sus emociones, tanto desde el ejemplo como desde el estar presentes.
Nuestra responsabilidad está en preparar a nuestros hijos para enfrentarse a lo que les exige la sociedad, proporcionándoles las herramientas necesarias para ser resilientes, justos y empáticos con el otro. Aprovechemos los momentos de conflicto y diferencia de opiniones, como oportunidades para aprender a reconocer que cada miembro de la familia tiene muchas habilidades que puede poner en común para sobrellevar cada situación. Y como no hay una fórmula mágica que nos enseñe a construir familia, la mejor manera de encontrarla es construyendo juntos.