Aprenda cómo reconocer si es un padre ausente y qué consecuencias puede causar en la vida de sus hijos.
Por: Ana María Peláez
La inmediatez en la que vivimos, el mundo cambiante y el deseo por ser y hacer varias cosas al tiempo, hacen que el camino hacia la crianza positiva sea cada vez más estrecho. Las estadísticas de padres ausentes y abandono emocional se ven más repuntadas en los medios y en la vida real misma.
Los niños son los más vulnerables emocionalmente. Aun sabiendo que la relación con sus padres es determinante para su equilibrio social y bienestar personal. De hecho, los adultos que sufrieron abandono emocional en su infancia conservan en su interior cicatrices que difícilmente se cierran por completo.
Los padres ausentes muchas veces no quieren serlo ni se proponen serlo, es simplemente un modelo que se va formando día a día por el abrumador sistema en el que vivimos, las ocupaciones y responsabilidades económicas; aun así, las consecuencias que se generan en los hijos son considerables.
Nombramos algunas:
Todos los niños necesitan que sus padres estén presentes, accesibles y disponibles aun cuando laboran de tiempo completo, necesitan recibir apoyo oportuno, respetar sus decisiones, colocarles límites y acompañarlos en su desarrollo físico y emocional. Los niños necesitan ser abrazados, queridos, recibir palabras de afirmación y aceptación; cuando eso no ocurre, se habla de padres ausentes, que tal vez han estado de forma presente pero no de forma emocional.
El adulto y su rol de padre
Los adultos deberíamos tener la capacidad de reconocer nuestros errores o nuestras faltas y más si se trata de cometerlas con nuestros hijos, sin embargo, en algunas ocasiones se hace complicada la tarea, estas son algunas características de un padre ausente:
Ser un padre ausente es querer reemplazar el afecto con cosas materiales, con contentillos, obsequios, regalos, pero se debe identificar que el verdadero valor está en compartir tiempo de calidad, en disfrutar los espacios, enseñar con amor y respeto y sobre todo de estar presentes en los errores y desaciertos que pueden cometer para enseñarles que no están solos y que con empeño y dedicación pueden llegar muy lejos.
No todo está perdido.
En la actualidad hay muchos programas psicológicos que orientan a padres a mejorar la relación con sus hijos. Buscar ayuda siempre será mejor que esperar que el tiempo pase y se generen heridas que a largo plazo se vuelven más profundas.
Actuar de inmediato es la mejor medicina que podemos inyectar. Si tenemos claro en qué hemos fallado, es el momento de cambiar la vida de aquel ser que más amamos.
Escuchar activamente, acariciar, abrazar, decir palabras afectivas y corregir con cariño, será la mejor rutina a la que puedas apostarle en la crianza de tus hijos.