Construir sociedad dando lugar una reflexión desde lo útil y lo inútil
Los jóvenes hoy están necesitando que los carguemos de sentido, que como adultos referentes demos una respuesta desde el ser a eso que les inquieta, que les duele o que los incomoda. No podemos desconocer que nuestra herencia como adultos está tan enfocada en lo que es útil, necesario u operativo, que cuando rozamos con la sensibilidad y lo que nos demanda responder desde nuestro yo interior nos quedamos cortos.
Como adultos, hemos sido víctimas y replicadores de una atmósfera que le da tanto lugar a lo técnico y lo científico, que dejamos de lado la posibilidad de descubrirnos, de reconocer nuestras debilidades e incluso nuestros más profundos deseos y sueños. “No hay tiempo” se convirtió en una respuesta común cuando hablamos de temas personales. Y siendo el ejemplo lo que más le enseña a nuestros jóvenes, que nos vean en esta lógica, los arroja inevitablemente a repetir patrones en los que es más importante la utilidad, que el cuidado de sí.
León Tolstoi dice que “Hay quien cruza el bosque y ve sólo leña para el fuego”. Esta mirada a la que se refiere es la que le estamos enseñando a nuestros jóvenes, a ver lo otro y a verse a sí mismos por lo útiles que podemos llegar a ser. Si bien esta manera ha permitido que avancemos de una manera sorprendente como civilización en cuanto a lo técnico, estamos llamados a estar atentos, porque quedarnos con una mirada que privilegia la utilidad, deja de lado nuestro sentido como individuos, especialmente en lo que respecta a la dimensión trascendental, esa en la que más que sentirnos seres que someten a la naturaleza, nos reconocemos como parte de la misma y nos permitimos vivir en armonía con eso que se nos presenta.
No podemos perder de vista que el ejemplo es nuestra herramienta más efectiva para que los jóvenes reconozcan otras perspectivas y formas de relacionarse con lo que está a su alrededor. Hay en ellos una fuerte necesidad de ir a lo profundo en sus vidas, de detenerse para contemplarse a sí mismos en relación con el mundo que habitan y que se vuelve tan demandante en cuanto a las condiciones que les son impuestas para “sobrevivir”.
Hoy, desde esa misión que nos reviste como referentes, estamos en la responsabilidad de mirar nuestras propias vidas y ver cuáles de nuestras acciones están haciendo creer a nuestros jóvenes que “hacer” es más importante que “ser”.
Permitámonos a nosotros mismos reconocer otro tipo de mirada, una más desde lo inútil y desde el habitar, donde podamos ver con todos los sentidos, donde seamos capaces de demorarnos en la escucha, una escucha profunda que más que intercambiar información se trate de reconocer al otro y de habitarlo en su propio mundo.
Dediquemos tiempo a descubrir qué hace felices a nuestros jóvenes, pero también qué nos hace felices a nosotros mismos. Es urgente generar espacios gratuitos de encuentro con nuestras realidades, nuestros tiempos, nuestras luchas, nuestro su ser.
No temamos enfrentarnos con espacios a simple vista inútiles, generemos momentos en los que no esperemos nada para que podamos descubrir la belleza que está escondida en las cosas, esa misma belleza que se revela en mí y en el otro cuando en lugar de juzgarlo, le permito ser.
Por:
Juan Mesa
Coordinador de Programas
Scholas Occurrentes