Todas las instituciones (familiares, educativas, organizacionales) están regidas por un orden social y un conjunto de reglas de comportamiento que ayudan a mantener ese orden. La disciplina es ese mecanismo por el que se da la regulación y se mantiene ese orden social.
Tradicionalmente esa regulación ha corrido por cuenta de una autoridad todopoderosa que determina las normas y regula a través de sanciones, que, en el caso de las familias, ha sido el padre. Bajo este parámetro, la autoridad es quien impone, ordena y amenaza con el fin de mantener el control y la obediencia sobre los subordinados, utilizando como mecanismos principales de control los premios y los castigos. La mayoría de nosotros hemos sido educados bajo este esquema; así cuando hacíamos algo que no le gustaba a esta autoridad omnipotente éramos castigados, y cuando hacíamos lo que quería, éramos premiados.
Seguramente en este punto muchos padres y maestros ya estarán pensando que así es como debe ser, que así fueron educados y son personas de bien y competentes. Sin embargo, este sistema tiene un costo alto para la persona y tiene unos mensajes contradictorios que enseñan exactamente lo que no queremos. Por ejemplo:
Juan le pega a su hermano, con lo cual su padre le pega porque no se le debe pegar a su hermano. Si los seres humanos aprendemos del ejemplo, ¿qué le está enseñando su padre?. Juan aprenderá dos cosas: que los problemas se resuelven con golpes y que la próxima vez es mejor no dejarse pillar para que no le peguen a él. ¿Será que Juan aprendió que no se le debe pegar a su hermano porque todos debemos tratarnos con respeto? O que si tengo un problema con mi hermano, ¿puedo resolverlo a través de las palabras?. La primera gran lección es que la disciplina tradicional contiene una conducta indeseada (pegarle al hermano), pero se queda corta para enseñar habilidades para la vida y valores fundamentales como el respeto, la empatía, la resolución de problemas, etc.
También están los premios. Supongamos que a Luisa le prometieron un regalo si pasaba el examen de español. ¿Qué aprendió Luisa? Que el Español es tan indeseado que le tienen que dar un premio para estudiarlo. ¿Y luego del examen qué pasará?, ¿será que hay que seguirle dando premios para que haga algo que ya tiene que hacer?. De nuevo, este tipo de disciplina enseña el valor contrario a lo que se quiere y sólo piensa en el corto plazo.
El último mensaje de la disciplina tradicional autoritaria es que lo único importante es la conducta, pero no la persona, con lo que todos los componentes necesarios para el desarrollo de la inteligencia emocional quedan a un lado. Si se castiga a un niño porque hace una pataleta o porque le fue mal en un examen o porque no quiere hablarle a su hermano, y ni siguiera se le pregunta qué le está pasando, a este niño le será muy difícil aprender a entenderse a sí mismo, a regular sus emociones (ocurre un bloqueo y una desconexión emocional porque no es válido sentir), a quererse a sí mismo, a ser capaz de desarrollar la empatía y ponerse en el lugar del otro, y otra cantidad de habilidades socioemocionales que sabemos ahora que son un componente importante del éxito en la vida y la felicidad de las personas.
En este punto, seguramente muchos padres se estarán preguntando ¿entonces dejamos que los niños hagan lo que quieran y se vuelvan unos pequeños tiranos con sus padres desorientados como los que se ven hoy en día por las calles? La educación permisiva y laxa también conlleva otra cantidad de falencias que nada tiene que ver con la disciplina positiva.
La disciplina positiva propone un enfoque donde el adulto sabe lo que quiere para su hijo, sabe los valores que quiere desarrollar, sabe que el liderazgo no se logra con la imposición del poder y el control, sino con la motivación y la inspiración. Son padres que trabajan para ser modelos de sus hijos, enseñar, entender, empoderar y comunicar.
Sin embargo, el modelo de la disciplina positiva tenemos que aprenderlo porque no nos lo enseñaron en nuestra crianza, tenemos que descubrirlo a partir de errores, estudio y práctica. ¿Queremos ser padres que reprimen conductas indeseadas o padres líderes que inspiran conductas deseadas?. El principio de la disciplina positiva parte de una serie de preguntas sobre nuestra propia práctica de crianza:
De todas estas preguntas parte una invitación a repensarnos como padres, como líderes de nuestros hijos y como la persona que el admirará por su claridad, coherencia y amor incondicional durante toda su vida.
CATALINA SUÁREZ
Psicóloga. Magister en Desarrollo. Certificada en Disciplina Positiva para entornos familiares y escolares