Las emociones se configuran bajo el flujo permanente de nuestras vidas, desde que nacemos nos permiten adaptarnos a nuestro entorno y favorecen las relaciones sociales. Dada esta connotación, su regulación y manejo se convierten en un aspecto esencial en el crecimiento personal y bienestar integral.
Para las personas con discapacidad intelectual es importante que logren no solo reconocer sus emociones, sino también que entiendan su sentido y aprendan a gestionarlas de forma adecuada. Los pensamientos y las conductas, en relación a lo anterior, permiten que haya una conciencia de esta, sí la emoción es expresada de forma negativa (carece de control, es inapropiada, etc.) las consecuencias serán negativas y por el contrario si es expresada de forma adecuada los resultados serán favorables.
Es importante resaltar que transitar por las emociones tanto positivas como negativas permite que puedan ensayar y gestionar sus propias habilidades y estrategias de afrontamiento; evitárselas o resolvérselas desencadenaría un inadecuado manejo de las mismas.
Las personas que los rodean deben apoyar y ser mediadores en este aprendizaje y en su regulación. La inclusión, el desarrollo y participación en la sociedad y sus diferentes espacios establece un ambiente propicio para el manejo de las emociones y su adecuada gestión.
Debemos recordar que, según el tipo de discapacidad y el grado de expresión de ella, en cada persona será distinta la forma del manejo; el tiempo requerirá de estrategias puntuales para cada persona.
Para tener en cuenta:
1. De tiempo a la persona para que reconozca las emociones que está transitando.
2. En caso de no identificarla, ayúdele a reconocer las emociones que atraviesa y las expresiones.
3. Saque un tiempo para hablar de lo que disfruta y lo que le desagrada, seguro se sorprenderá.