Las normas de tránsito dicen que ante una señal de PARE se debe detener la marcha por completo, pero la realidad es que la mayoría solo disminuimos un poco la velocidad hasta saber que “nadie viene” y luego aceleramos otra vez. Médicos, psicólogos, psiquiatras, pedagogos e incluso influencers a tope, brindando recomendaciones, consejos, tips y estrategias para hacer frente a los innumerables problemas desatados por la pandemia. ¿Qué hacer?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿cada cuánto?, ¿por qué razones? ¡Por supuesto! Estamos ante una situación de muchos riesgos, como el cruce de caminos en donde muchos ya se han estrellado, quizá por eso pusieron ahí la señal de PARE.
Tal vez ya se hayan dado cuenta a dónde voy con todo esto: frenar hasta cero en este punto de la carretera puede darme una mayor capacidad de respuesta: me permite mirar hacia adelante para saber qué riesgos existen, hacia los lados para saber si hay situaciones imprevistas y también para saber quién me acompaña, e incluso hacia atrás para saber de dónde vengo y si hay alguien detrás de mí que depende de las decisiones que estoy por tomar. Pero frenar hasta cero también me da un espacio de tiempo para mirar hacia adentro. Quizá estoy angustiado (p. Ej. Porque no sé qué va a ocurrir con mi situación laboral) y por eso venía conduciendo tan rápido. Quizá tengo miedo (p. Ej. Porque estoy haciendo un cambio importante en mi vida) y por eso venía conduciendo tan lento. Quizá tengo rabia porque el tráfico no me permite avanzar como yo quisiera (p. Ej. Un compañero del proyecto no está aportando lo que yo espero).
Mirar hacia adentro no hace que el proceso sea más lento, solo hace que el proceso sea más consciente. Quizá, si no hubiera mirado hacia adentro, esa angustia o rabia o miedo habrían provocado un accidente porque me habrían hecho desviarme, apurarme o estancarme. Sin embargo, por algo están ahí, hay algo que me están señalando esas emociones: ¿de dónde viene la angustia, rabia o miedo?, si no provinieran de algo importante no estarían ahí. Sin embargo, escuchar excesivamente a esas emociones puede llevarme a actuar de forma equivocada, haciendo que retrase acciones que son importantes para mí o haciendo que actúe impulsivamente y pueda agravar la situación en lugar de mejorarla, por ejemplo. Las emociones, entonces, son un pasajero de mi vehículo que me dice “cuidado, viene un carro a la izquierda”. No obstante, como yo soy el conductor, mi labor es verificar si en efecto viene un carro a la izquierda, o si viene a la derecha. Si no escucho a la emoción y viene un carro a mi izquierda, me puedo accidentar. Si escucho a la emoción y miro a la izquierda, pero no a la derecha, también me puedo accidentar.
Esta metáfora es para dar a entender la función que tienen las emociones, especialmente ante la encrucijada que nos plantea el periodo de cuarentena. Lo que ellas intentan es llamar la atención sobre algo importante, sin embargo, cuando centro demasiado la atención en eso puedo estarme perdiendo del resto del panorama. Por eso, en momentos de agobio es importante preguntarse hacia dónde quiero yo (con ayuda de mis emociones) dirigir mi vehículo.
NICOLÁS RODRÍGUEZ SARMIENTO
Psicólogo. Magister en Psicología Clínica y de la Salud. Terapias de Tercera Generación.