«Una madre suficientemente buena es aquella que entiende y atiende las necesidades de su bebe»: Donald Winnicott, Psicoanalista
Para iniciar, preguntémonos: ¿Como madre o padre entiendo las necesidades de mi bebé? Todo bebé nace dotado biológicamente para el desarrollo, sin embargo, necesita encontrar a un adulto sensible y entregado con quien se relacione, lo acompañe y cuide en su proceso de crecimiento, que le permita consolidar su propio universo y facilite su sano desarrollo cognitivo, emocional y mental.
Con el nacimiento, el bebé empieza a experimentar estímulos internos y externos que le generan malestar: hambre, sueño, cólicos, el ruido, la luz o la ausencia del otro, sensaciones que causan molestia e incomodidad y que son manifestadas a través del llanto.
Es importante que los padres conozcan y entiendan las sensaciones de tensión de los bebés, sus estados de irritabilidad que requieren atención, sostenimiento y cuidado. No todos los bebés sienten las tensiones de la misma forma, ni ante los mismos estímulos. Entender al bebé implica reconocer el llanto como signo de un malestar y no como reacción de molestar, ya que los bebés no tienen deseo de ello.
Los cuidados y atención para calmar o aliviar estas sensaciones van dejando una huella de afectividad, de reconocimiento y de satisfacción en el bebé, de allí la importancia de la proximidad física y afectiva, del arrullo, y del sostén que se le brinde. El llanto, los gestos y la sonrisa son señales del bebé que, si los padres logran entender y atender adecuadamente, irán estableciendo pautas de regulación, de reconocimiento, de espera y alivio.
En los primeros meses, acudir al llanto, darle un beso, cantarle o hablarle, cuando tenga muestras de malestar, no malcriará al bebé, al contrario, si entendemos que nuestro bebé nos necesita, que su malestar requiere ser calmado, contribuiremos a consolidar un sano y seguro vínculo afectivo, brindando seguridad y confianza. La ternura del contacto, la dulzura de la mirada, la expresividad de la sonrisa y la suavidad de las palabras, generan sensaciones agradables que contrarrestan las de malestar.
En la medida que el bebé crece va logrando internalizar y reconocer a los padres como figuras de amor, se fortalecerán los lazos de seguridad y de confianza; en el caso que los padres o figuras de cuidado aumenten los grados de tensión del bebé o no satisfagan sus necesidades, se generará inseguridad y un sentido de desconfianza, lo que puede tornarse en conductas agresivas por parte del bebé.
Desde los primeros momentos de vida se construye el vínculo afectivo, esta relación sociemocional entre los padres e hijo genera las bases para que a futuro las relaciones afectivas y sociales de los hijos sean buenas y sólidas.
ANA RITA RUSSO DE SÁNCHEZ, psicóloga Directora Programa Pisotón de la Universidad del Norte arusso@uninorte.edu.co